Seeing things from a different perspective. (Libre)

Tener la casa enteramente para mí sola es algo a lo que no estoy acostumbrada, pero como mi padre tenía que hacer un pequeño viaje de trabajo y yo vivo con él no me quedó otra opción más que quedarme allí . ¿Por qué? bueno en realidad podía haber ido con él, pero preferí quedarme en Seattle a viajar a una remota ciudad en quien sabe donde. Me había dicho el nombre, pero mi mente engañosa lo olvidó casi al momento de decirlo. Quizá otro adolescente en mi lugar estaría saltando de alegría aunque yo difería en eso.

Ordené un poco el interior de la casa y decidí dar un paseo antes de perseguirme con ruidos que salían de la nada. Armé una pequeña mochila con un poco de comida, una botella de agua y algunas cosas para mi propio ocio. Me la colgué en un solo hombro y salí mi hogar en dirección a las montañas por una pequeña excursión antes de que el sol cayera.

Quizá hubiese sido una mejor idea venir en forma de algún animal, pero ya estaba con mi apariencia habitual y casi llegando al destino que había decidido. Me alarmé al escuchar el sonido de unos arbustos y mis músculos se tensaron antes de descubrir que era una pequeña ardilla escurridiza buscando un árbol al que trepar. Solté un pequeño suspiro de alivio y comencé a tararear una canción random para mantener mi mente ocupada mientras daba pasos firmes sobre la tierra sin darme cuenta de una pequeña ramita que me hizo tropezar y caer de lleno al suelo. Me raspeé un poco las manos y las rodillas, pero nada del otro mundo, maldije por lo bajo y me levanté de forma inmediata reanudando mi pequeña caminata. Fui con los ojos clavados en mi camino hasta que elevé la vista y me encontré con un muchacho. Dejé de tararear casi de forma inmediata y sonreí de forma torcida sintiendo mis manos picar a causa del raspón reciente.

Hubiese sido mejor decir un "Hola" o no quedarme completamente callada sin decir palabra alguna al toparme con alguien en las montañas, pero no yo era tan callada en ocasiones que me quedaba en silencio por no saber que decir al respecto. Por suerte, el muchacho de ojos chocolate se preocupó por los raspones que llevaba encima y habló antes de que yo pareciera una muda. Negué con la cabeza después de unos segundos notando su marcado acento inglés. –No te preocupes, solo han sido un par de raspones, estoy bien– me encargué de decir sacudiendo un poco mis pantalones quitando la tierra que se había amontonado en mis rodillas al caer aunque obteniendo escasos resultados.

El castaño se presentó con el nombre de Augustus y me confirmó lo que yo pensaba acerca de su acento al hablar. –Un gusto, Augustus– dije sintiéndome un tanto idiota por la rima que acababa de hacer con mi intento de presentación. –Yo soy Olive y vivo aquí desde que tengo memoria– agregué con una sonrisa completa mirando a nuestro alrededor asintiendo a su comentario orgullosa de vivir donde vivía. –Sí, ciertamente es muy bonita– concordé colgándome mejor la mochila al hombro y pensándome un poco lo de la herida. –Quizá si me ayudas a desinfectarla te lo agradecería– terminé por decir acercándome un poco para ofrecerle mi mano para saludarle.

Vi de reojo que tenía un libro consigo aunque no pude llegar a vislumbrar su portada porque ya lo estaba guardando. Vaya, ahora que lo veía a él con eso recordaba que yo debería haberme traído el libro que tenía a medio leer para continuarlo aquí en algún lugar de las montañas. Quizá para la próxima lo trajera conmigo si es que no lo terminaba antes de hacer mi próxima excursión.

Hice una pequeña mueca con los labios y extendí mis manos para que sacara las espinas que me había clavado allí. El spray ardió, como supuse, pero me quedé en silencio escuchando atentamente su forma de hablar, fascinada por su pronunciación. Le dediqué una sonrisa. –Gracias– terminé por decir cuando me vendó la mano. –Pensé era cosa simple, pero veo no fue así– confesé mirando mis manos ya vendadas y riendo levemente con su comentario acerca de mis rodillas. –Todo el peso se lo llevaron ellas– mencioné señalando mis manos antes de acomodar mi mochila sobre mi hombro nuevamente.

Miré de reojo su bolso para ver si podía de ese modo ver la portada del libro que llevaba, pero no me pude resistir a ver el paisaje que teníamos delante. Me acerqué un poco hasta donde estaba y me senté a su lado descolgándome la mochila de los hombros y dejándola sobre mi regazo y apoyando mis manos encima. –Vienes bien equipado, a diferencia de mí– recalqué viéndole.

Me sorprendí un poco al saber que el joven castaño gustaba de la escritura, pero negué casi de forma inmediata con la cabeza viendo el color chocolate de sus ojos. En realidad escribir me agradaba, pero nunca tenía idea de qué hablar mientras tenía un lápiz en mi mano y prefería mil veces dibujar las cosas que me pasaban, pensaba o tenía alrededor. Salí de mis pensamientos un instante para volver a abrir el cierre de mi mochila con mi mano derecha mientras que con la otra la sostenía para que no se me cayera. –Me gusta escribir, pero me refería a otra cosa– dije sacando el cuaderno de tapa verde de allí con sumo cuidado mientras escuchaba el por qué se encontraba aquí sentado. –Leer al aire libre es algo que también me gusta aunque olvidé traer algún libro– comenté mientras abría el cuaderno. Le enseñé la primer página donde estaba uno de las primeras cosas que hice apenas empezó el año. Era el patio de mi casa al amanecer; no había mucho en ese dibujo, pero me gustaba como había quedado plasmada la nieve sobre el papel y las luces que el sol daba a esa hora. –Vine a dibujar el atardecer– expliqué mirándolo un instante antes de desviar mi vista al horizonte, donde el sol estaba dando ya sus últimos rayos.